viernes, 11 de febrero de 2011

THE FIGHTER

Amigos ésta vez lo tengo realmente complicado. Y es que uno no sabe muy bien qué escribir después de disfrutar de un espectáculo semejante.

The Fighter es sin duda alguna una de las películas de este año, así como una firme candidata a los premios de la academia. Y aunque seguramente no trascenderá a los niveles de película épica, sin duda alguna estamos ante una gran película que guardaré durante largo tiempo en mi memoria.

Acepto que de entrada resulta inevitable la comparación con otras historias (y van) sobre el boxeo, no obstante puesto que las comparaciones son odiosas, no seré yo el que haga aquí una excepción.

No se... Es sólo que The Fighter suena a algo que ya te han contado antes pero no de ésta manera.

Estamos ante una película basada en hechos reales, que narra el ascenso profesional del boxeador Micky Ward (Mark Whalberg) y los conflictos familiares de éste, centrándose especialmente en la relación con su hermano Dickie Eklund (Christian Bale) otrora leyenda del cuadrilátero (dicen que tumbó a Sugar Ray Leonard), conocido como "el orgullo de Lowell (Massachusetts)" y presentado como un personaje sumido en una espiral de adicción al crack y delincuencia.

Si bien es cierto que la cinta peca de seguir los pasos marcados por el patrón de las películas del género, (veáse: situación, conflicto interno y entorno personal del boxeador, duro entrenamiento, peleas que huelen a derrota aplastante a los puntos y que terminan con un KO técnico demoledor en el décimo asalto), te deja respirar hasta el punto de lograr que el propio boxeo pase a un segundo plano.

Y es precisamente en estos descansos cuando resaltan los aspectos humanos, tocando el drama en su medida justa, es decir sin caer en el (ultimamente) recurso de lágrima facil de Eastwood, o el ya conocido regodeo en la miseria intraespiritual de Iñárritu.
Gran parte de culpa de todo esto la tiene su director, David O. Russell (nominado al Oscar) maneja estupéndamente los tiempos, y la transición entre escenas, acompañándolos de una banda sonora que encaja a la perfección con la dinámica de la historia. Toda una colección de buen Rock de la mano de bandas míticas como los Rolling Stones, Dropkick Murphys o Red Hot Chili Peppers o una motivadora sinfonia folk irlandés antes de una pelea por el título. No sólo ésto, si no que además O. Russel consigue una más que lograda estética variable sobre tres recursos a destacar:
El primero es una imagen y fotografía acompasada a la realidad de los personajes, y alejada del convencionalismo cinematográfico actual, hasta el punto de hacer creer por momentos que estamos ante un film independiente de la Paramount.
El segundo es una destacable esencia televisiva de retransmisión pugilística en los combates "cabeza-cuerpo" de Micky, y el último los rasgos de falso documental de la HBO sobre las inevitables consecuencias de la drogadicción.

Es precisamente este documental el que se centra en el alma de esta película. Dickie. Christian Bale. Uno de los mejores actores de la actualidad.
Su interpretación tanto física como mental, raya lo sobrenatural. Sin duda alguna estamos ante un actor de una brillantez interpretativa sin igual. Simplemente se come la pantalla, haciendo pequeños al elenco de actores (sin llegar a desentonar en ningún momento) que le rodean.
Una interpretación portentosa que huele a un oscar cantado a mejor actor secundario.

El resto de personajes se encargan de crear una historia realmente estimulante, aunque ya sin la fuerza de Christian Bale. Destacar especialmente a la interpretación de Melissa Leo, como madre de los chiquillos y del nido de cardos que tiene por hijas, y la de Amy Adams (mamma!), como novia de Micky. Todas ellas mujeres de mucho carácter, muy chonis, muy look barrio bajero de entorno yonki de los 80.
Por último me queda el propio Micky. El personaje ¿principal?.
Y qué quieres que te diga, a Wahlberg le da lo mismo liarse a jabs y ganchos en ésta, que enseñar la churra en Boogie Nights o lamentar la desaparición de su hija de 14 años en The Lovely Bones, que el pobre Mark siempre tendrá el mismo semblante...
En fin, hay que ser justos, el muchacho le pone ganas, pero es que es más plano que el encefalograma de Juanito Navarro.
En definitiva todas las interpretaciones son diferentes pero poderosas y que, afortunadamente, derivan en un conjunto muy agradable de ver, con algunas escenas realmente inspiradas, una composición briosa, y especialmente por algo que es de agradecer en los tiempos que corren, una potencia emocional del todo sincera.

Sin rodeos refleja, que la vida, como el cine, no es más que un puñado de escenas en forma de aportunidades puestas ahí por alguien para ser aprovechadas.
Y es que señores, sólo acumulando fracaso tras fracaso se puede llegar a saborear de verdad el éxito.
Así que llámame infantil si quieres. Pero cuando salí de la sala (las dos veces) me dieron ganas de seguir mi camino apretando los dientes y abriendome paso a golpes.


Arkaitz.

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