domingo, 16 de enero de 2011

LOS PRÓXIMOS TRES DÍAS

Paul Haggis es uno de esos directores que solo hace cine cuando tiene que hacerlo, y fruto de ello es la calidad que derrochan sus películas, sobre todo en el aspecto humano. En Crash se estrenó como director, y en otras como En el valle de Elah, Casino Royale o Million Dollar Baby lo hizo en calidad de productor y guionista. En esta ocasión vuelve con Russell Crowe en una historia que mezcla el drama con la acción y que cuenta la vida de un hombre que ve como su mujer es encarcelada, probablemente de por vida, por un crimen que parece no haber cometido. Y su misión, cual Don Quijote del siglo XXI será pelear contra sus propios molinos, en este caso, el enorme poder que el sistema ejerce sobre los ciudadanos americanos (quizá ese sea el punto débil de Haggis, verle cojear siempre del mismo pie).

A priori parece una típica película de acción en el que el argumento se ve relegado a un segundo plano, para centrarse únicamente en la acción. Sin embargo desde un principio todos los cabos quedan bien atados y a medida que la historia avanza, crece con ella el suspense y las ganas de llegar a ver el final. Un final que por cierto, cuenta con un desenlace extraordinario. Chapó una vez más por Haggis por lo tanto.

Sin embargo, y no por quitarle méritos al cineasta americano, es importante añadir que cuenta con una grandísima baza para este largometraje. Su nombre es Russell y su apellido es Crowe. Es uno de los actores por excelencia de estos tiempos y no cabe la más mínima duda de que su capacidad interpretativa no deja indiferente a nadie, y menos en esta película en la que hace un soberbio trabajo. En esta ocasión da vida a John Brennan, un hombre normal y corriente, sin secretos inconfesables, sin vidas pasadas, sin fobias ni misterios. Solo un hombre. Un hombre que hará todo lo necesario para vivir feliz con las personas a las que más quiere: su mujer Laura y su hijo.

Es posible que uno de los detalles más interesantes con los que cuenta el filme sea ver en ese estupendo trabajo del actor australiano, esa evolución de su personaje, desde el principio en el que es un honesto profesor enamorado de su mujer y padrazo insuperable. Y a medida que avanza la historia su personaje se torna más oscuro, frío y calculador, hasta el punto en el que tiene que decidir qué prefiere, si a su hijo o a su mujer. Todo ello, como ya hemos dicho, por hacer real su sueño de volver a fotografiar a su familia estando unida, por poder compartir esos pequeños placeres que la vida te concede y que raramente solemos valorar, como desayunar en familia cada mañana.

Es destacable también la aparición estelar de Olivia Wilde, una mujer que roza la perfección física, y que como actriz también hace cada vez mejores proyectos. Aunque insisto en que casi el cien por cien del mérito del filme hay que dárselo a Russell y a su cada vez más prominente barriga cervecera, que ya viene de lejos. ¿Dónde quedó Maximo Décimo Meridio? En fin...

En conclusión, estamos ante una película con una gran carga de suspense y con un final que merece ser visto. Creo que la mezcla Haggis/Crowe a funcionado muy bien (por lo que espero que haya, al menos, una próxima vez). Quiero valorar una vez más el trabajo del actor de las antípodas, por saber hacer tan creíble el papel de un hombre tan corriente, y terminaré aquí esta crítica haciendo algo que últimamente no había hecho, y no es otra cosa que recomendaros que os gastéis media docena de euros (en una butaca medio-atrás centrada como diría mi gran amigo Arkaitz) en ver esta gran película, que además de ser interesante, es emocionante y muy entretenida.

Xabi.

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