Bangkok, Las Vegas. Resaca. Resacón. Tanto monta, monta tanto. Todd Phillips estira el chicle que tanto éxito dio en el pasado inventándose un “nuevo” guión junto con sus compañeros de faena Scot Armstrong y Craig Mazin. Y digo “nuevo” porque la estructura es idéntica al anterior taquillazo, Resacón en Las Vegas. Véase, despertar en un paradero alborotado, haber liado una muy gorda, no recordar nada de nada, y descubrir el pastel al final de la película.
Repite el reparto al completo Galifianakis, Cooper, Helms y Bartha. De nuevo, los tres primeros cargan prácticamente con todo el peso de la cinta, dejando a este último casi con la misma cuota de pantalla que Mike Tyson o Juliette Lewis haciendo cameos. Pese a todo, la película tiene varios golpes de humor, y como era de esperar, en su mayoría bastante chuscos. En resumen, algunos chispazos cómicos, otros sin gracia. Unos recurrentes, y otros con una incomprensible tendencia a mostrar pollas en pantalla. Pero siendo honestos, realmente es lo que puedes esperar cuando te aventuras a ver una cinta semejante. De antemano al comprar la entrada aceptas el rol de tipo zafio, y reseteas tu mente a expensas de pasar un buen rato, y sí, te mantendrá entretenido, pero no esperes tener agujetas de tanto reírte tras verla.
Y es que sin ser nefasta resulta decepcionante en comparación con su antecesora, la cual representó todo un bombazo en las películas de comedia. Quizá sea porque la historia se repite a sí misma, y no ofrece absolutamente nada nuevo. Y aunque ha perdido frescura y desfase, no decepcionará a aquellos cuya tolerancia a las repeticiones, créditos finales con fotografías incluidas para intentar elevar el nivel sobre la bocina, que seguramente serán capaces de encontrar hilarante aquello que yo solamente fui capaz de encontrar gracioso.
Arkaitz.
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