jueves, 22 de abril de 2010

RECUÉRDAME



¿Qué hago viendo yo una película en la que el personaje principal es el ladrón del talco?
Pregunta ésta la que me hice nada más reservar la pareja de butacas.
Y que conste que la decisión no fue mía, es más, mi idea inicial no era otra que la de ir a ver Green Zone con el 'overrated' Matt Damon a la cabeza, pero mi acompañante (y por qué no decirlo, yo también) está hasta la sardina de los refritillos que huelan a conflicto Iraquí, y más después del olor a boda gitana que te deja la resaca del vendaval Bigelow en los pasados premios Oscar. Pero dejemos esto para otra ocasión.
En fin, ya sabeis que en situaciones cómo esta, es decir, una vez dentro de la sala, vistos los anuncios, un puñado de trailers y al león de la Metro rugir (si es menester claro está), normalmente tenemos 3 opciones:
Opción A):
Olvidarse de la proyección y liarse a engullir surtidos varios y a beber coca-cola (light eso sí) a cascoporro. Después salir de la sala y ver los abdominales del señor Bettany tamaño 2x2x0.75 (Sí los carteles también son en 3D!!) en uno de los carteles 'coming soon' que hay a la salida, y sentirte poco menos que un burdo miserable.
Opción B):
Pensar en miserias tales como:
"Mierda.Me he dejado el butano abierto"
O preguntas existenciales tales como:
"¿Empezará a clarearme el cartón a los 22 añejos como a Bruce Willis?"
Opción c:)
Ya que estás allí tratas de percibir la historia que pretenden mostrarte.
Obviamente y por amor y respeto a esto del cine me decanté por esta última.

Al toro!
La historia comienza en el marco de la majestuosa ciudad de Nueva York.
Allí se nos presenta a Tyler (Robert Pattinson) un adolescente de 22 años (curioso eh?) tímido, rebelde, sensible e inteligente que se encuentra en una fase de transición de su vida, en la que desconoce abiertamente qué camino tomar, motivado en parte por el dolor de la pérdida de su hermano mayor unos años atrás tras su inesperado suicidio.
Como todo gamberrete malote de tres al cuarto, se mete en peleas callejeras, fuma tabaco sin filtro, y hace apuestas con su colega para intentar calzarse a la hija del policía que los detuvo tras una reyerta barriobajera.
La nena en cuestión es Ally (Emily de Ravin, o Claire para los amigos, en la serie Lost) también marcada por su propio drama familiar, al ver en primera persona a su madre tiroteada por un par de delincuentes afroamericanos a fin de sisarla el bolso con sus pertenencias más preciadas.
El padre de la muchacha y marido de la difunta es el siempre sobrio Chris Cooper (American Beauty, Syriana, o la saga Bourne) que con el tiempo se ha convertido en un obsesivo controlador de los movimientos de su hija ante la temible perspectiva de otra tragedia de similar magnitud.
Pues bien, si ya de por sí la película comieza a apestar a pastelada por los cuatro costados, nos queda la trama secundaria de la hermana pequeña de Tyler, una jóven de 11 tacos como 11 soles y de un inmenso talento para la pintura, pero socialmente inadaptada y puteada por las futuras calientarrabos de su promoción.
De alguna manera, el padre de ambos (Pierce Brosnan) es incapaz de asumir la pérdida de su primer hijo, y se desvincula completamente de sus labores como figura paterna volcándose en su bien remunerado trabajo en la oficina, dejándo así un daño colateral en forma de indignación en Tyler, y en un irreparable distanciamiento con su hija.
Resumiendo, que os he rajado la película de ariba a abajo.
Porque como inteligentes y cinéfilos que sois, ya podreis haceros una idea de como termina la apuesta de Tyler con su colega tras el evidente (y un tanto forzado) chico conoce a chica, cómo reaccionará su neurótico padre-policía ante este affaire, y qué actitud terminará por adoptar el bueno de Brosnan en lo referente a su pasotismo paternal.

Independientemente de lo predecible de la historia, creo que el problema principal de esta película es la falta de ritmo entre escenas, especialmente remarcados en el tramo central del film.
Los dos primeros actos de la película son espesos, lentos, planos, y llenos de clichés.
Logran incluso que te desvíes de la pantalla y que te cueste reengancharte a la película por momentos.
Digo más, a mi humilde entender la trama secundaria llega a tener más fuerza incluso que la trama principal. Todo un problemón.
Quizá esto sea debido a que a Pattinson todavía le viene un tanto grande los papeles en los que no haya que chupar sangre y besar colegialas, o que la sombra de Pierce es alargada, o simplemente que el personaje principal no despierta la suficiente empatía que debiese.
Dicho lo cual y pese a que la primera hora y media (de una película de una hora y cincuenta minutos) pueda hacerse áspera y repetitiva por momentos, llegamos al climax del último acto.
Totalmente inesperado y definitivo, pese a que Will Fetters, su guionista, se molestase en ir dejándonos leves pistas para que pudiesemos entreveer así la que se nos venía encima.
¿Final lacrimógeno? Todo depende de lo que hayas llegado a conectar con la historia y de lo sensibilizado que puedas estar al respecto, pero desde luego si que te impactará y al menos puedo garantizarte que es imposible que no te deje levemente conmocionado.
Pensándolo bien, resulta curioso cómo un punto de inflexión bien elaborado es capaz de cambiar el signo de una película de negativo a positivo, y cómo es capaz de conseguir que su visionado merezca la pena.
Desde luego os animo a que lo hagais. Únicamente por esos 5 minutos de los que os hablo.

Arkaitz.

Lo mejor: El final.
Lo peor: La manía que le tengo a Pattinson.
NOTA: 6.77


3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar